ANIMALES EN ADOPCION EN GALICIA









sábado, 15 de enero de 2011

Matar zorros, un juego de hombres por Julio Ortega


Cada año, por estas fechas, escribo impulsado por un idéntico motivo, una razón imposible de ignorar porque sólo la estupidez elegida como patrón de conducta o el egoísmo - y todos afirmamos estar libres de ambos - pueden llevarnos a permanecer ajenos a los abusos que no nos afectan directamente o de los que no somos testigos pero sí conscientes de su vergonzosa existencia. Se me podrá acusar de reiterativo, pero no creo que sea el silencio, como solución al cansancio propio o al temor a suscitar el ajeno, la respuesta más adecuada a una salvajada repetida y consentida. Por eso, mientras me sienta capaz de hacerlo, seguiré cada Enero expresando de forma pública mi repugnancia y mi dolor por un terrible episodio, todavía legal, del que pronto tendrá lugar una nueva edición: la matanza de zorros en Galicia bajo el calificativo de “Campeonato Nacional de Caza del Raposo”. Yo firmo con insistencia sobre lo mismo, es cierto, pero la frecuencia de los cazadores matando es mayor que la mía y ellos lo hacen porque les divierte. ¿Quién es más dañino de los dos?.

La temporada cinegética toca a su fin y esperemos que con ella también lo hagan los numerosos “accidentes” que tantos muertos y heridos humanos han ido causando durante el periodo venatorio. Pero los escopeteros quieren despedirse, como siempre, a lo grande, y a tal fin nada mejor que dejar los montes gallegos sembrados con los cadáveres de unos animales que sólo conciben como blancos sobre los que ejercer puntería, y no como lo que realmente son, seres vivos que juegan, quieren, cuidan a sus crías, sienten y padecen al igual que lo hacemos nosotros.

Es como si esta gente, para poder sobrellevar las semanas en las que no se les permitirá matar, necesitase hacer acopio, cuando todavía es lícito, del mayor número posible de litros de sangre ajena, por eso en pocos días la van a derramar con brutal generosidad sin mostrar un atisbo de piedad hacia sus víctimas y sin que les asalte el menor sentimiento de culpabilidad o sonrojo por tan devastador comportamiento. “Permiso para matar”, he ahí una realidad inconcebible, una atrocidad legal que sumerge en la ignominia a la sociedad que concede tan feroz autorización: a sus responsables por otorgarla y a los ciudadanos que rechazan tales prácticas por callar ante las mismas.

Los cazadores se toman el hecho de salir al monte armados con la intención de descerrajarle un tiro a los animales que se cruzan en su camino como si de un juego se tratase. Y qué duda cabe que a estos individuos les entretiene lo que hacen aunque acarree tanto sufrimiento y destrucción. Pero nosotros, lo que no nos deleitamos ante la agonía de otros seres, deberíamos de realizar una reflexión que resultaría absurdo pedir a los de la canana: los animales, zorros incluidos, también juegan. De hecho esa es una de las actividades más importantes en su existencia y cuando la llevan a cabo jamás la intención o el resultado es infligirle heridas o la muerte a su compañero de esparcimiento, no lo hacen aunque lo superen en tamaño, fuerza o liderazgo. Lo asumen como un divertimento además de un aprendizaje, factores de los que se benefician ambos, pero en el caso de la caza, un pasatiempo feroz al que el hombre dedica tiempo y dinero, él se lleva el solaz y la otra parte la muerte. Un ejemplo muy claro de cómo en ese aspecto, los animales demuestran una inteligencia y una moralidad de las que la especie humana a menudo carece o en todo caso supedita a pasiones malsanas, lo que es más grave.

Hace pocos días leía a unos cazadores españoles afirmar que deberían de hacer un frente común con sus colegas de afición ingleses, y lo decían porque allí, en un ejercicio de cordura y de sensibilidad, la caza del zorro ha sido prohibida, y como aquí, al parecer, se sienten amenazados por las restricciones que les esperan en cuestiones de armamento, pensaban que lo más adecuado era exaltar los ánimos de los que tuvieron que colgar forzados su arma en Inglaterra para sumar fuerza y ejercer así mayor presión. No parece que en el Reino Unido hayan sido devorados por estos sagaces animales al dejar de exterminarlos y en nuestro País, aunque esa sea la disculpa de la que se valen para aniquilarlos, tampoco corremos el riesgo de que nos engullan estos mamíferos. Los perniciosos “conservacionistas” autóctonos saben muy bien que en Inglaterra no se necesita de los sanguinarios servicios de la caza y sin embargo, quieren que allí se pueda volver a asesinar zorros. ¿No demuestra tal actitud que lo único que les lleva a apretar el gatillo es el placer que sienten cuando matan? Ellos solos se desenmascaran.

Muchos raposos verán truncada su vida en Galicia dentro de pocas jornadas, otros, heridos, se esconderán en el monte y correrán la misma suerte horas o días después, lo harán tras una espantosa agonía. Los cazadores responsables de la masacre, cuando finalice el horario estipulado terminarán su “juego”, contarán los cuerpos, probablemente lo harán en un recinto cerrado inaccesible al público y a los medios, como en los últimos años, pues de tal modo su imagen de comprometidos ecologistas no queda dañada como sí ocurriría al mostrarse con una inmensa alfombra de cuerpos desvencijados y ensangrentados a sus pies, posteriormente entregarán los trofeos correspondientes – gana por supuesto quien mate más - y por último, se lanzarán a celebrar su hazaña cinegética: comida y bebida abundante para festejar la matanza mientras en el monte, los zorros moribundos por los disparos se lamerán inútilmente las heridas. Y aquí, en el mundo racional, el de los hombres, excepto algunos “pesados”, el resto indiferentes ante tan salvaje y absurda carnicería, dando pruebas con ello de que si de algo podemos presumir, es de ser a veces las criaturas más egoístas, sañudas y en el fondo, también más imbéciles del Planeta.

Julio Ortega Fraile .

fuente : http://www.matarpormatarnon.org/matar-zorros-un-juego-de-hombres

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