La guapa y mansa Lúa fue víctima de la crisis. Tras cinco años viviendo en un hogar, vacunada y esterilizada, sus dueños no pudieron llevársela cuando se cambiaron de casa. Parece que a su nuevo casero le molestaba muchísimo un gato en el piso, y no se podían permitir pagar otra vivienda. La pobre lo está pasando fatal, no le gusta demasiado la compañía de otros gatos, aunque sí la de los humanos.
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